martes, 27 de enero de 2009

Gilles de Rais (Barba Azul)

Gilles de Rais



Gilles de Montmorency-Laval, baron de Rais, llamado Gilles de Rais (o Gilles de Retz) (10 de septiembre de 1404 - 26 de octubre de 1440), fue un noble francés del siglo XV que luchó en los años finales de la Guerra de los Cien Años junto a Juana de Arco, a la que siguió y en la que creyó siempre. En esta guerra logró convertirse en mariscal de Francia y amasó una gran fortuna. La buena fama que tuvo en su época de grandioso combatiente contra los ingleses se vio truncada por las atrocidades que cometió cuando se retiró de sus labores militares, después de la muerte de Juana y la caída en desgracia del hombre que lo llevó a la cumbre, George de La Tremoille. Es posible que las acciones escabrosas que realizó tengan que ver con una mentalidad psicópata originada en su infancia. Asesinó a centenares de niños junto a una corte macabra, que le hacía compañía en su castillo, formada por brujos, alquimistas, videntes, adoradores del diablo, etc. Ha sido considerado uno de los aristócratas asesinos (segunda fortuna de Francia) que utilizaban su poder para cometer fechorías, como en el caso de Erzsébet Báthory. Fue un hombre que actuó siempre por impulsos, que cometió numerosos crímenes que contrastaban con una exacerbada fe y creencia en la religión cristiana, siguiendo la frase de San Agustín "Felix culpa!" ("Dichosa culpa"), y su anhelado deseo del perdón de Dios. Georges Bataille lo calificó de "niño con poder" o de poseer una "monstruosidad esencialmente infantil" y un carácter "arcaico".

En los juicios que se le practicaron expresó que actuaba según la naturaleza impuesta por los astros y que no la podía controlar. Según estudios psicológicos pudo sufrir una gravísima esquizofrenia.

Infancia y juventud

Nació en 1404 en el castillo de Champtocé (en su torre negra), bañado por el río Loira en la región de Bretaña. Fue el primogénito de uno de los grandes linajes de Francia, Guy II de Laval quien se casó con Marie de Craon, la madre de Gilles. Tuvo un hermano, René de Susset, nacido en 1407, con el cual estuvo muy unido en su infancia. Los padres encomendaron la educación de los pequeños a varios tutores eclesiásticos y nodrizas, despreocupándose de ellos. Estos tutores los abandonaron por la ya incipiente conducta desmesuradamente sádica y cruel de Gilles.

Un hecho terrible marcó a Gilles cuando tan solo tenía 9 años; su padre Guy fue atacado por un verraco moribundo mientras cazaba con otros nobles una mañana de febrero de 1414. Resultó que llegó a herir al animal pero este en su último estertor le dio una enorme embestida que consiguió incrustar los colmillos en su estómago. Guy fue llevado a su casa, en donde nada pudieron hacer por él. El pequeño Gilles vio como agonizaba su padre desangrándose lentamente, mientras sus visceras se esparcían por su lecho. Esta sangrienta visión la tuvo presente durante toda su vida y la repetiría con muchas de sus víctimas en el futuro, cuando les rajaba el estómago y se quedaba ensimismado con el espectáculo de sangre y entrañas.

Poco después de este hecho su madre Marie también murió y Gilles y su hermano quedaron bajo a la tutela del abuelo materno, Jean de Craon. Este hombre inculcó a los dos hermanos el narcisismo, la soberbia, el poder, el orgullo, con los que Gilles fue desarrollando su personalidad. Al principio Jean no prestó mucha estimación a Gilles y le dedicó más tiempo a su hermano. Entonces Gilles se fue refugiando en las bibliotecas de la casa Craon, en donde encontró a sus alter ego y héroes en el libro de La vida de los doce Césares de Suetonio. Libro que marcó profundamente el sentir de Gilles. En este recopilatorio de cómo fueron las vidas y hazañas de Julio César y los primeros emperadores romanos, Gilles vio que todos ellos ostentaron riqueza y poder y se dedicaban a los mayores placeres de la vida además de cómo impartían poder sin verse obligados a dar explicaciones. Tomó buena nota de todos los césares y de sus personalidades para después repetir esos perfiles a lo largo de su poderosa vida de noble. Sus emperadores favoritos fueron siempre Nerón, Tiberio y Calígula, personajes claramente desequilibrados. Según dijo el propio Gilles en los juicios que lo acusaron de sus crímenes, en su infancia y adolescencia no tuvo ningún gobierno de su abuelo e hizo siempre todo lo que quiso moviéndose por impulsos violentos la mayoría de veces.

A los 14 años su abuelo le regaló una gran armadura milanesa y fue proclamado caballero. Manejó pronto la espada y también fue temprano en aburrirse al practicar sólo con peleles (muñecos construidos precisamente para la práctica) y empezar a relucir toda su agresividad hacia todo ser viviente. Primero animales, pero luego con seres humanos, como fue el caso de su compañero y amigo de la infancia, Antoin. Un día propuso un duelo entre ellos con machetes, que al principio fue inofensivo, pero que luego a Gilles se le escapó de las manos y asestó con su machete en el cuello de Antoin. Gilles no ayudó a su compañero mientra éste se desangraba en el suelo y se quedó disfrutando de la visión del brotamiento de la sangre. Fue su primer asesinato, a los 15 años. Quedó sin condena debido a su condición de noble y la intermediación de su abuelo Craon. La familia de Antoin de origen humilde aceptó la exigua indemnización que se les ofreció y así todo quedó zanjado. Otros hechos criminales de su adolescencia fueron alguna que otra perversión sexual.

Su abuelo era un hombre sin escrúpulos con tal de engrandeceer su fortuna y poder; era calculador y astuto, todo lo contrario que lo que ya demostraba su nieto, que aunque también sin escrúpulos, siempre actuaba sin ninguna reflexión y era un inútil en materia de política y obtención de poder y riquezas. Un hecho marca la personalidad de abuelo y nieto; fue el del acto de extorsión mediante rapto de una gran dama a la que sus tres hermanos quisieron rescatar y que fueron encarcelados por Craon, mueriendo de hambre uno de ellos.

Acciones militares


Escudo de armas de Gilles de Rais

Su enorme agresividad y psicopatía le llevó a alistarse en el ejército para desahogarse con los enemigos a los que se enfrentaba. Su abuelo Craon quería que llegase a la cumbre del poder francés y para ello le recomendó a Guillaime La Jumelliers como consejero en política, estrategias militares y finanzas. Se puso a las órdenes de Juan V, duque de Bretaña en las querellas residuales de la Guerra de Sucesión Bretona, entre los Montforts y los Penthièvres. Luchó siempre en la vanguardia con sus soldados (tropas pagadas por él), y sus compañeros de armas lo admiraban porque parecía poseído cuando luchaba dando mandobles, con una rapidez y fuerza increíbles, pareciendo que eran los demonios quienes regían sus movimientos.

Después de esta campaña, y de vuelta a casa, raptó a su prima Catherine de Thouarscon de 15 años de edad, que pertenecía a una casa nobiliaria bretona. Se casó con ella el 24 de abril de 1422, el mismo día del rapto de forma clandestina. Tenía 17 años. Los Thouars poseían varios castillos que, juntos con los de Rais-Laval, harían de la unión la más rica y potente de Francia. Pero la familia de Catalina o Catherine no aprobó el casamiento y rechazó unir las propiedades. Gilles de Rais hizo raptar entonces a la madre de Catalina y la encerró en un castillo a pan y agua hasta que le cedió los castillos de Pauzauges y Tiffauges. Tardaron en procrear a su única hija, Marie, siete años después de su matrimonio (en 1429). Tardaron tanto en tener un hijo debido a las tendencias homosexuales de Gilles que se desinteresó por su esposa al poco de casarse. Ésta lo abandonó junto a su hija para refugiarse en una de las propiedades de su padre. Gilles nunca mostró mayor interés en ambas.

barbe_bleue
Retrato de Gilles de Rais

Poco después de la campañas con Juan V, Gilles rindió tributo al que en esos momentos era el Delfín de Francia, Carlos VII, para combatir contra los ingleses y sus aliados de Borgoña. Lo reclutó el gran chambelán del rey, Georges La Tremoille. Este hombre hábil y astuto sabía ya de la valiente capacidad combativa y guerrera de Gilles, que arrastraba a los soldados hacia adelante en las batallas, lo que le serviría al chambelán para mantenerse en el poder mediante los éxitos militares. En esta época para los nobles la guerra era un juego y gente como Gilles y La Tremoille disfrutaban grandemente. En 1429 conocería a Juana de Arco, quedándose fascinado por lo que revelaban las voces que ella escuchaba, y dicen que también quedo maravillado por su belleza.

El Delfín Carlos entregó un pequeño ejército a Gilles y a Juana para liberar Orleans del asedio inglés. Junto a ellos estaban otros generales como el Bastard de Órleans (Conde de Dunois), el Duque de Alençon y La Hire. En sólo 8 días las fuerzas francesas lograron levantar un sitio que duraba ya varios meses. Entraron triunfales en la ciudad y todo el mundo los veían como los salvadores de Francia. Poco después contribuyó en las victoria francesas en la Batalla de Jargeau y en la Batalla de Patay. Su audacia y violencia en combate era comparable a la de los berseker. Gilles llegó a decir durante las campañas con Juana que ella era Dios y que si debía de matar ingleses por mandato de Dios, así lo haría. Se convirtió en su escolta y protector salvándola en varias ocasiones en los fragores de las batallas, como en el ataque a París a finales de 1429. Pese a la matanzas y crueldades de la guerra Gilles se sentía desarrollado espiritualmente, ya que se estaba inspirado por Juana y había dado un gran servicio a su país. Además en este mismo año de 1429 fue proclamado mariscal de Francia con tan sólo 25 años (caso único en la historia francesa), amansando una inmensa fortuna, y adoptó la flor de lis en su escudo de armas, mientras Carlos VII fue proclamado rey el 17 de julio en la Catedral de Reims.

Mientras disfrutaba de su mando de mariscal de Francia, ocurrió otro hecho que le marcaría: la captura y condena a muerte en la hoguera de Juana de Arco el 31 de mayo de 1431. Pese a que intentó ayudarla contratando un pequeño ejército de mercenarios, aún no se sabe que pasó para que no llegara a tiempo, ya que tan sólo se encontraba a 25 km. de Ruán, localidad dónde se llevó a cabo el juicio. Acusó publicamente a Carlos VII de esta muerte y llegó a llorar amargamente ante las cenizas de Juana y sintió que todo había acabado, que la vida sin ella no tenía ya sentido, que no había pureza en la guerra que se estaba librando. Su última acción en la Guerra de los Cien Años fue en la batalla de Lagny en agosto de 1432, saliendo victorioso.

Se retiró de la vida militar a la caída en desgracia de su protector el chambelán La Tremoille en 1434 después de la campaña de amparo al duque de Bourbon contra el duque de Borgoña que sitiaba la ciudad de Grancey. Después de este hecho Gilles perdió su condición de mariscal y se refugió en sus posesiones de la Bretaña francesa (concretamente al castillo de Tiffauges, ubicado en la Vendée) en donde se convirtió en todo un demonio y sus instintos más perversos afloraron. Entre la muerte de Juana y la falta de acciones violentas en guerra que tanto necesitaba, se desequilibró más aún la mente enfermiza del mariscal, ya que se había acostumbrado a las campañas, los ataques alocados contra los ingleses, la sangre y a los muertos por doquier. Esta vorágine de sangre se impulsó con la muerte de su abuelo Craon en noviembre de 1432, dejándolo con plena libertad de acción y dinero.

Su negra barba de azulados reflejos hizo que se le llamara Barba Azul. Era culto, aunque no reflexivo, ávido de riquezas pero más despilfarrador. Desde este momento se entrega a los más locos dispendios para satisfacer sus más caros caprichos. No se recuerda príncipe o rey que hubiese llevado un lujo semejante. Este hombre tenía pasión por todas las artes, especialmente por la música. Se exacerbaba con los cantos gregorianos llegando al éxtasis. Si oía decir que se había escuchado una hermosa voz, no descansaba hasta conseguir llevar a su servicio a quien la poseía, por muy lejos que estuviera, como los cantores contratados en Poitiers, André Buchet, de Vannes y Jean de Rossingol, de La Rochelle, a quienes pervirtió haciéndoles partícipes de sus orgías y crímenes. Poseía muchos pares de órganos, de todos los tamaños. El sonido de este instrumento le producía tal enajenación, que se los hizo construir portátiles para que le acompañaran en sus menores traslados. Consiguió en su exaltación religiosa, que fuera designado canónigo de Saint-Hilaire-de-Poitiers y se rodeó de una comitiva de 50 eclesiásticos junto con 200 soldados de caballería cuya sede se encontraba en la capilla de los Saints-Innocents, en Machecoul.

Por otra parte, todo el que acudía a él participaba de su generosidad; el extranjero era bien recibido, cualquiera que fuese su condición, a cualquier hora del día o de la noche; tenía hospitalaria mesa, y era raro que abandonase esa mansión sin salir colmado de dones en especies o en metálico. Gastaba dinero en ostentación para recuperar el prestigio perdido. Realizaba grandes banquetes que recordaban al relato de Edgar Allan Poe La máscara de la Muerte Roja. Gastó la mayoría de su fortuna en obras teatrales que recordaban sus campañas con Juana y en fiestas para sus extraños amigos y consejeros. Especialmente significativa fue la representación de la batalla del Orleans en mayo de 1435. Esta representación teatral contaba con más de 150 actores, trajes lujosamente detallados, infantaría dispuesta con auténticas armaduras y cuadros que simulaban multitudes. La entrada a este espectáculo era gratuita, e incluso agasajaba a los asistentes con comida y vinos. La representación costó unas 80.000 coronas de la época. Gracias a la representación de la batalla de Orleans Gilles rememoró sus días de gloria. Además mandó a construir autómatas sobre distintos tipos de pájaros, algo que le hizo menguar su fortuna, pero que levantó gran expectación entre las personas que le frecuentaban.

El castillo de Tiffauges en la actualidad

Para procurar el dinero, que le había llegado a ser cada vez más necesario, ¡a cuántos recursos tendría que apelar, a cuántos ruinosos contratos habría de someterse! Aposentadores, burgueses y mercaderes son puestos a contribución, y le adelantan a un interés usurario las sumas que, por una generosidad imperiosa, se funden entre los dedos y se hunden en un abismo sin fondo. En 1437 vendió Ingrandes y Champtocé a Juan V de Bretaña por escasos 100.000 escudos. Gilles se aproxima al momento en que se anuncia, amenazadora, la ruina inevitable. Sus cofres están vacíos; su crédito, agotado; los que le rodean en las horas dichosas, presintiendo el desastre, se alejan de él. Ante esta situación se vuelve hacia el esoterismo buscando en la alquimia el modo de fabricar el oro que le falta (se interesó por el secreto de la Piedra filosofal). Se rodeó de una corte grotesca de brujas, nigromantes, alquimistas, entre los que se encontraban Guillaume de Sillé, Roger de Brinqueville, Antonio de Palerno, Heriet, Poitou, Corrillaut, ... Finalmente, cae en manos de un embaucador florentino llamado Prelati quien le asegura que llenará sus arcas gracias a la magia negra.

El mariscal visita con frecuencia a su cómplice, se informa con ansiedad del resultado de las investigaciones. Prelati asegura a su señor que, en una de sus invocaciones, ha visto cerca de él al demonio, pero que esta aparición fantástica se desvaneció sin que hubiera podido pronunciar palabra alguna. El crédulo mariscal tenía un pánico atroz al diablo aunque nunca lo veía, hizo caso de Prelatti, con quien tenía una relación homosexual, y mandó que se redoblasen los ensalmos y las conjuras. En otras ocasiones Prelatti salía herido después de una de sus invocaciones, que siempre se relizaban en un cuarto escondido, causando en Gilles más pánico. Sillé fue el proveedor de todos los elementos para las invocaciones en Tiffauges y el padre Eustache Blanchet el de contratar a los invocadores como Prelatti o La Riviére (el cual vio al demonio en una invocación en un bosque en forma de leopardo, ante la credulidad de Gilles) o alquimistas como Jean Petit, el cual realizó varios hornos para trabajar con mercurio. Sin embargo los hornos creados deben ser destruidos ya que el futuro Luis XI, el delfín, visita a Gilles por una orden del rey Carlos V que condenaba la alquimia como herejía. Es imposible que el mariscal salga bien de sus empresas -ha dicho uno de los familiares de Gilles de Rais- si no ofrece al demonio la sangre y los miembros de niños llevados a la muerte. Porque su lectura habitual la constituyen los más ardientes poemas de Ovidio y el relato que hace Suetonio de los criminales sacrificios que exige el rey del Infierno. ¿Qué le importa el sacrificio de vidas humanas si adquiere a ese precio el poderío que codicia? A esto se unía además de su voluntad de matar a niños para su disfrute y placer personal.

En su afán por procurarse víctimas para sus sacrificios, servidores de Gilles de Rais como Henriet y Poitou recorrían los pueblos y las aldeas buscando niños y adolescentes prometiéndoles que les harían pajes en los castillos del señor de Rais. Siempre en lugares lejanos; incluso en algunas el propio Gilles con amabilidad acudía a casas de los plebeyos para asegurar a los parientes de los niños un prometedor futuro. De las víctimas los padres no tenían más noticias y si preguntaban les respondían que estaban bien. Pronto la gente se alarmó, y de Rais recurrió a los raptos. Entre 1432 y 1440 se llegaron a contabilizar hasta 1.000 desapariciones de niños de entre 8 y 10 años en Bretaña. Pero la gran locura llegaba por la noche cuando él y sus esbirros se dedicaban a torturar, vejar, humillar y asesinar a niños previamente secuestrados. Después de cada sangrienta noche Gilles salía al amanecer y recorría las calles solitario, como arrepintiéndose de lo hecho, mientras sus secuaces quemaban los cuerpos inertes de las vícitimas. El temor se apoderó de los habitantes de los pueblos. Los criados tuvieron que ampliar su campo de acción con lo que el pavor se extendía más y más. Hasta que las murmuraciones se convirtieron en gritos que llegaron a las más altas autoridades.

Llegó a utilizar varias de sus posesiones (no sólo el castillo de Tiffauges) para cometer sus fechorías, como el castillo de Machecoul, el de Champtocé y la casa de la Suze.

Una vez se aprovechó de unos niños que eran mendigos y que fueron a pedir limosna inocentemente a su castillo. Gilles los violó y desmembró. A algunos los violó ya muertos y con las entrañas al aire. Una vez muertos los abrazaba fuertemente y deliraba; en otras ocasiones se reía ante los últimos extertores del niño y muchas veces cortaba la vena yugular haciendo brotar la sangre, causándole gran placer.

En algunas ocasiones cuando asesinaba a una de sus víctimas se arrepentía y juraba partir hacia Tierra Santa para redimir sus pecados, pero al poco tiempo volvía a cometer las mismas atrocidades.

Durante los ocho años de terror, Gilles parecía no vivir en un mundo real, rodeado de gran fastuosidad y como si no se diera cuenta de las brutales acciones que llevaba a cabo. Según contó en el juicio que se le hizo, junto con su grotesca corte, cortaban las cabezas de varios niños recién muertos y hacían competiciones para elegir los rostros más bellos. Las cabezas eran ensartadas en picas y las iban calificando. Se llegó a contar que estas calificaciones las firmaba el mismo diablo, que un brujo llamado Rivière podía invocar al diablo, o a uno llamado Barrón, al cual le ofrecían sacrificios como los órganos, ojos, corazones, etc., de las víctimas; todo esto bajo orgías sexuales y etílicas.

En continuadas ocasiones el hermano de Gilles, René, intentó salvar el patrimonio familiar que Gilles estaba vendiendo, incluso con la ayuda del rey crearon una ley por la cual no podían vender más posesiones. René logró comprar el castillo de Machecoul, y vio que en este lugar se encontraban los esqueletos de más de 50 niños. Quiso silenciar lo que vio para evitar posibles malentendidos contra él.

Investigación, captura y ejecución

Pero llegó el momento de que todo esto acabara, y ese momento fue cuando el obispo de Nantes, Jean de Malestroit, investigó las desapariciones de Bretaña y vio que no eran casuales. Malestroit descubrió los crímenes gracias al hecho de que en plena depresión Gilles vendió uno de sus últimos castillos, el de Saint-Etienne-de-Memorte al tesorero de Juan V, Geoffroy de Farron; se enteró Gilles de que un primo suyo, señor de Villecigne, quería comprar el castillo y creyó que Le Farron no aceptó la anulación. Este dejó a su hermano Jean, hombre eclesiástico, al frente del castillo; Gilles en otro de sus impulsos atacó a la iglesia donde Jean celebraba misa y secuestró a este encerrándolo en Tiffauges. El ataque fue conocido por el duque de Bretaña y por el propio Malestroit. Juan V mandó a su hermano el condestable del rey a rescatar a Jean Le Farron mientras él intentaría la paz con Gilles. Al final Gilles de Rais fue capturado el 15 de septiembre de 1440 cuando se presentó a las puertas del castillo de Machecoul, donde estaba entonces Gilles de Rais, un grupo armado al mando del capitán Jean Labbé, que iba acompañado por el notario Robin Guillaumet, en nombre del obispo de Nantes. Portaban órdenes del duque. Era el fin. Gilles de Rais se entregó, junto con Prelatti, Blanche, Henriet y Poitou, y fue llevado a juicio, y el 19 del mismo mes, es decir, cuatro días después de su detención, empezó el interrogatorio que continuó el día 28, y los días 8, 11, 13, 15 y 22 de octubre.

En el juicio (altamente detallado y del que aún existen los escritos del siglo XV), pasaba del insulto a los jueces al hundimiento más absoluto y fue encerrado en una prisión acomodada por su condición de noble. Se declaró al principio inocente, pero en uno de los trastornos de personalidad que ya sufría de años atrás, rectificó y se declaró culpable quedando muy arrepentido de lo que había hecho el día 15 de octubre y finalmente el día 22 ante los jueces eclesiásticos, comandados por el obispo de Saint-Brieuc, documentó todos los asesinatos y las vejaciones que practicaba a los niños (de entre 7 y 20 años), actuaciones pedófilas, rasgaduras, colgamientos del techo por ganchos, decapitaciones, etc. Dijo que hasta había bebido la sangre de los niños, incluso cuando estos aún estaban vivos, que "necesitaba aquel goce sexual" y que escribió un libro de conjuros con la supuesta sangre de los asesinados. Fueron confesiones tremendas, toda Francia se convulsionó ya que la gente no se creía que uno de sus héroes fuera un hombre tan vil. Se llegaron a constatar 200 víctimas aunque probablemente fueran muchas más. Fue condenado por asesinato, sodomía y herejía.

Ante su desmedido arrepentimiento fue incluso objeto de compasión de clérigos y plebeyos y se concedió la petición de que fuera una comitiva detrás de él hacia su lugar de ejecución. Finalmente el día 26 de octubre de 1440, Gilles de Rais junto a dos de sus más perversos colaboradores, habiendo rechazado la gracia real (perdón de la pena que se le extendía por ser Par de Francia) fue conducido al prado de la Madeleine en Nantes para ser decapitado. Sus restos fueron enterrados con solemnidad en la iglesia de las carmelitas de Nantes, a petición del mariscal.

Fragmentos de la declaración de Gilles de Rais en el juicio

“Yo, Gilles de Rais, confieso que todo de lo que se me acusa es verdad. Es cierto que he cometido las más repugnantes ofensas contra muchos seres inocentes –niños y niñas- y que en el curso de muchos años he raptado o hecho raptar a un gran número de ellos –aún más vergonzosamente he de confesar que no recuerdo el número exacto- y que los he matado con mi propia mano o hecho que otros mataran, y que he cometido con ellos muchos crímenes y pecados".

"Confieso que maté a esos niños y niñas de distintas maneras y haciendo uso de diferentes métodos de tortura: a algunos les separé la cabeza del cuerpo, utilizando dagas y cuchillos; con otros usé palos y otros instrumentos de azote, dándoles en la cabeza golpes violentos; a otros los até con cuerdas y sogas y los colgué de puertas y vigas hasta que se ahogaron. Confieso que experimenté placer en herirlos y matarlos así. Gozaba en destruir la inocencia y en profanar la virginidad. Sentía un gran deleite al estrangular a niños de corta edad incluso cuando esos niños descubrían los primeros placeres y dolores de su carne inocente".

"Contemplaba a aquellos que poseían hermosa cabeza y proporcionados miembros para después abrir sus cuerpos y deleitarme a la vista de sus órganos internos y muy a menudo, cuando los muchachos estaban ya muriendo, me sentaba sobre sus estómagos, y me complacía ver su agonía...".

"Me gustaba ver correr la sangre, me proporcionaba un gran placer. Recuerdo que desde mi infancia los más grandes placeres me parecían terribles. Es decir, el Apocalipsis era lo único que me interesaba. Creí en el infierno antes de poder creer en el cielo. Uno se cansa y aburre de lo ordinario. Empecé matando porque estaba aburrido y continué haciéndolo porque me gustaba desahogar mis energías. En el campo de batalla el hombre nunca desobedece y la tierra toda empapada de sangre es como un inmenso altar en el cual todo lo que tiene vida se inmola interminablemente, hasta la misma muerte de la muerte en sí. La muerte se convirtió en mi divinidad, mi sagrada y absoluta belleza. He estado viviendo con la muerte desde que me di cuenta de que podía respirar. Mi juego por excelencia es imaginarme muerto y roido por los gusanos”.

“Yo soy una de esas personas para quienes todo lo relacionado con la muerte y el sufrimiento tiene una atracción dulce y misteriosa, una fuerza terrible que empuja hacia abajo… si lo pudiera describir o expresar, probablemente no habría pecado nunca. Yo hice lo que otros hombres sueñan. Yo soy vuestra pesadilla”

No hay comentarios:

Publicar un comentario